¿QUIÉN
ES EL SER HUMANO?
La pregunta por el hombre
ha cautivado el pensamiento de muchos intelectuales, desde los antiguos griegos
hasta nuestra contemporaneidad, la pregunta “qué es el hombre” es resuelta
desde la antropología, mientras que la pregunta “quién es el hombre” es
abordada desde la psicología, a través de conceptos dualistas, pesimistas y
optimistas. En los conceptos
dualistas se divide al ser humano en dos realidades, una que podemos medir y
cuantificar y otra que no podemos ver, por ejemplo, el dualismo entre cuerpo y
alma propuesto por Platón. En los conceptos pesimistas se afirma que el hombre
definitivamente es un ser malvado y por ende, tiende a la maldad, por ejemplo,
el postulado de Hobbes: “el hombre es un lobo para el hombre”. De esta manera
se crean leyes para controlar su maldad. Mientras que los conceptos optimistas creen
que el hombre es bueno por naturaleza y que la sociedad se construye por
contrato social, por ejemplo, los postulados de Rousseau, los cuales consideran
que las leyes están hechas por el hombre para buscar el bien común.
Por otro lado, la
historia de la filosofía moderna, por ejemplo, ha dejado de orientar su
investigación sobre el ser y se ha concentrado en el estudio del conocimiento
humano, destacando sus límites y condicionamientos, lo cual ha llevado a
agnosticismo y relativismo, a escepticismo general. Sin embargo, los valores y
la moral también son indispensables en la búsqueda del conocimiento y de ésto
no se ha percatado el modernismo. En el hombre abunda además la nostalgia de
Dios, expresada en la actualidad a través de las diferentes ramas del
conocimiento, como por ejemplo: la música, danza, arte, arquitectura, poesía,
entre otros. En la encíclica Fides et ratio (fe y razón en latín)
escrita por el papa juan pablo II el 14 de Septiembre de 1988 se habla acerca
de la fe y la razón como dos alas que se necesitan la una de la otra para volar
en busca de la verdad, son dos caras de una misma moneda que impulsan a la
persona a viajar en busca de aquello que es bueno y le perfecciona como ser
humano. La razón afirma lo que creemos por fe y tanto la razón como la fe se pueden
complementar para buscar la verdad, es decir, Dios. Con el objetivo de alcanzar
la plenitud humana, lo bello, bueno y verdadero que hace que el hombre triunfe
gracias a su confianza. La Iglesia no es ajena a esta búsqueda del hombre, la
comunidad creyente participa del esfuerzo de buscar la verdad y se hace
responsable de anunciar las verdades encontradas, con la conciencia de su
parcialidad frente a la verdad total revelada por Dios.
No obstante, si se
analiza la historia durante el período de la edad media se creía que el hombre
había sido creado a imagen y semejanza de Dios, el hombre tenía en su interior
una huella, marca que le caracterizaba del resto de las criaturas del reino
animal, teniendo la posibilidad de amar y poder ser amigo de Dios. Sin embargo,
y con el transcurrir de los años, la edad moderna y propiamente el siglo de las
luces dio paso a diferentes corrientes de pensamiento que propiciaron un
sabotaje a esta consideración de lo que era el hombre, originando cuatro
rupturas frente a sí mismo (con Dios, consigo mismo, con los hermanos humanos y
con la naturaleza o lo creado). Personajes memorables como Nietzsche, Marx y
Freud, considerados públicamente como los maestros de la sospecha por
establecer un cambio de pensamiento y, por ende, una ruptura con las
consideraciones ideológicas tradicionales y los pensamientos que ubicaban a
Dios en el centro del conocimiento. Estos tres grandes personajes impulsaron
nuevas corrientes de pensamiento con la característica del antropocentrismo, es
decir, desplazaron e ignoraron el papel importantísimo que Dios cumplía en el
mundo contemporáneo. Debido a estas rupturas ideológicas, ahora se cree
entonces que es el hombre quien ha creado a Dios y que gracias a su condición
débil crea un Dios fuerte para sentirse así, siendo éste el resultado de una
proyección de la dimensión psicológica del ser humano, mas no un ser superior,
tal y como era considerado al principio de la historia.
Pero de algo no se
percataron estos personajes que se encargaron de promover un mundo utópico y
trivial, y es que en el ser humano habita el deseo insaciable por conocer la
verdad y Edith Stein decía en el contexto de la segunda guerra mundial estas
palabras que aún hoy se pueden constatar en nuestra realidad: “quien busca la
verdad, sea o no consciente de ello, busca a Dios” y es cierto, el hombre se
pregunta continuamente por un mundo que va más allá de lo que alcanzan a
percibir sus sentidos, va más allá del abismo de placeres momentáneos e incluso
fugaces que nos deslumbra nuestro diario vivir; el hombre se pregunta por quién
es, de dónde viene y por supuesto, hacia dónde va, y quién mejor para responder
a estos cuestionamientos que el mismo Dios, quien nos enseña su camino a través
de sus obras; enseña a amar de verdad y a creer en una vida más allá de la
muerte y de las concupiscencias terrenales; a tener esperanza, fe y caridad
para restaurar la existencia humana y darle sentido a las acciones y
acontecimientos que transcurren diariamente. De esta manera, es
importante pensar entonces que el ser humano no es un ser determinado ni mucho
menos creado para vivir a espaldas del plan de Dios, a espaldas de la felicidad
y realización personal que podrá alcanzar si logra reconciliarse con Dios,
consigo mismo, con los demás, con las obras de la naturaleza creadas por Dios y
aceptar los límites de su razón para conocer la realidad. Aceptar que la razón
necesita de la fe para delimitar el camino hacia lo que hace feliz al ser
humano, atravesando por un particular anhelo de infinito, distinto a la
experiencia de la limitación racional, dicho anhelo le permite a la condición
humana estar alerta de su realidad trascendente, aspectos como el conocimiento
de la verdad, de sí mismo y de Dios sólo podrá ser abordado desde la unidad
entre fe y razón. El psicólogo es, sin duda, un instrumento de Dios para
ayudarle al paciente o consultante a encontrarse a sí mismo, a reconciliarse y
encontrarse con Dios, es quien le debe ayudar a la persona a iniciar un proceso
de metanoia, es decir, transformación de mente para concretar su realidad
trascendente.
CIBERGRAFÍA
Wojtyla,
K. (Recuperado 20/03/2014). Carta encíclica
Fides et Ratio. Iglesia católica. Disponible en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html.
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