Wednesday, January 21, 2015

VÍNCULO FAMILIAR


FORTALECIMIENTO DEL VÍNCULO ENTRE PADRES E HIJOS Y SUS CONSECUENCIAS EN LA ADOLESCENCIA

El apego o vínculo es el lazo invisible que une a las personas. Cuando el niño siente que sus necesidades son cubiertas en el contexto de una buena relación con sus padres, se garantiza el desarrollo de una persona integral en un futuro; con seguridad, autoestima, identidad, criterio y decisión. De esta manera, los padres son responsables de acompañar a sus hijos en el proceso de su desarrollo, estableciendo un vínculo con éstos, supliendo sus necesidades básicas y brindando todo el amor y cariño que un ser humano requiere para sobrevivir. Sin embargo, en una sociedad donde los padres han perdido las esperanzas frente al modo de crianza y educación que imparten a sus hijos, crean gran cantidad de estrategias tecnológicas, para confiar en que están llevando a cabo su rol de padres correctamente.




Siendo la violencia, la marginación, la intolerancia y la discriminación, el pan de cada día de nuestra cultura paisa, en donde los jóvenes pueden enajenar esta realidad tras una pantalla de tecnología, la cual brinda un prototipo de felicidad superficial, compañía y aprendizaje que los padres no dedican para aquellos jóvenes. Sabemos que ni el computador, ni la internet, ni los videojuegos, entre otros; educarán a nuestros pequeños tanto como el calor de un hogar, la atención de unos buenos padres y el aprendizaje músico-artístico que reciban durante la etapa de la primera infancia. De esta manera, hago un llamado de atención a los padres para que atendamos las necesidades de los pequeños durante los primeros tres años. Permaneciendo atentos a todo tipo de aprendizaje que el niño recibe, el ambiente en el que se encuentra y las personas con quien frecuenta. Debido a que, de acuerdo al entorno donde se desenvuelva, éste influirá notablemente en la conducta del menor en el futuro. Asimismo, en el libro, “Todo niño viene con un pan bajo el brazo”, escrito por José Luis Gonzalo Marrodán y Óscar Pérez-Muga, se afirma que “el ser humano configura su estructura durante los primeros tres años” (pág. 23).


Así, desde muy temprana edad, cada niño posee la singular capacidad de aprender y es en este período de tiempo de los cero a los tres años cuando el pequeño tiene una primera imagen de lo que es la vida y cómo se debe relacionar con los demás. De lo contrario, las graves consecuencias se verán cuando el pequeño comience a ser un adolescente. Cuando lleguen problemas a su vida, la manera de enfrentarlos dependerá de cómo fue educado en la infancia y, más propiamente de los cero a los tres años, porque es aquí cuando los seres humanos se comportan como una cámara fotográfica, que captan todo a su alrededor sin ningún obstáculo en mente. Es entonces, a medida que crecemos cuando nos desvinculamos de las figuras parentales o de nuestros cuidadores, para enfrentarnos a la vida individual y autónoma que exige el entorno inmediatista en el que nos encontramos. Es aquí cuando, dependiendo de cómo fuimos tratados en la primera infancia, lograremos relacionarnos con los demás. Además, se ve la posibilidad de desarrollar un trastorno de apego, cuando nuestros lazos afectivos no fueron atendidos y desarrollados a tiempo. Porque en nuestra memoria quedarán plasmados aquellos recuerdos que presenciamos en aquel momento de la vida y en un momento difícil recurriremos a las imágenes captadas de aquel entonces. En definitiva, para los jóvenes podríamos decir que: dime cómo te cuidaron y te diré quién eres…



De acuerdo a lo expresado con anterioridad, la principal causa por la que gran mayoría de adolescentes se encuentran “perdidos en su mundo”,  puede ser por haber tenido malas experiencias en su primera infancia, es decir, de los cero a los tres años propiamente. Razón por la cual, podemos observar en la cultura actual, muchos jóvenes inmersos en la drogadicción, la promiscuidad, la falta de aprecio por el arte y la cultura y el sinsentido con que enfrentan la rutina de su existencia. Todo esto como consecuencia de no haber tenido cuidadores o figuras parentales responsables de establecer un apego o vínculo en el cual pudiesen estar seguros hasta llegar la edad de la madurez. Todo depende de ti. Decide ahora y opta por una estimulación temprana, opta por compartir con tus hijos desde temprana edad, porque después no sabrás las consecuencias que tu ausencia acarreará en la personalidad y desarrollo emocional de este ser.


Educa a tu hijo en valores, en cultura, en música. Enséñale a estimular sus sentidos, realizando diferentes actividades para descubrir el mundo de los sonidos, los colores, la forma y el movimiento.

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