FORTALECIMIENTO DEL VÍNCULO ENTRE PADRES E HIJOS Y SUS CONSECUENCIAS EN LA ADOLESCENCIA
El apego o vínculo es el lazo
invisible que une a las personas. Cuando el niño siente que sus necesidades son
cubiertas en el contexto de una buena relación con sus padres, se garantiza el
desarrollo de una persona integral en un futuro; con seguridad, autoestima,
identidad, criterio y decisión. De esta manera, los padres son responsables de
acompañar a sus hijos en el proceso de su desarrollo, estableciendo un vínculo
con éstos, supliendo sus necesidades básicas y brindando todo el amor y cariño
que un ser humano requiere para sobrevivir. Sin embargo, en una sociedad
donde los padres han perdido las esperanzas frente al modo de crianza y educación
que imparten a sus hijos, crean gran cantidad de estrategias tecnológicas, para
confiar en que están llevando a cabo su rol de padres correctamente.
Siendo la violencia, la marginación, la intolerancia y la discriminación, el pan de cada día de nuestra cultura paisa, en donde los jóvenes pueden enajenar esta realidad tras una pantalla de tecnología, la cual brinda un prototipo de felicidad superficial, compañía y aprendizaje que los padres no dedican para aquellos jóvenes. Sabemos que ni el computador, ni la internet, ni los videojuegos, entre otros; educarán a nuestros pequeños tanto como el calor de un hogar, la atención de unos buenos padres y el aprendizaje músico-artístico que reciban durante la etapa de la primera infancia. De esta manera, hago un llamado de atención a los padres para que atendamos las necesidades de los pequeños durante los primeros tres años. Permaneciendo atentos a todo tipo de aprendizaje que el niño recibe, el ambiente en el que se encuentra y las personas con quien frecuenta. Debido a que, de acuerdo al entorno donde se desenvuelva, éste influirá notablemente en la conducta del menor en el futuro. Asimismo, en el libro, “Todo niño viene con un pan bajo el brazo”, escrito por José Luis Gonzalo Marrodán y Óscar Pérez-Muga, se afirma que “el ser humano configura su estructura durante los primeros tres años” (pág. 23).
Así, desde muy temprana edad, cada
niño posee la singular capacidad de aprender y es en este período de tiempo de
los cero a los tres años cuando el pequeño tiene una primera imagen de lo que
es la vida y cómo se debe relacionar con los demás. De lo contrario, las graves
consecuencias se verán cuando el pequeño comience a ser un adolescente. Cuando
lleguen problemas a su vida, la manera de enfrentarlos dependerá de cómo fue
educado en la infancia y, más propiamente de los cero a los tres años, porque
es aquí cuando los seres humanos se comportan como una cámara fotográfica, que
captan todo a su alrededor sin ningún obstáculo en mente. Es entonces, a medida que
crecemos cuando nos desvinculamos de las figuras parentales o de nuestros
cuidadores, para enfrentarnos a la vida individual y autónoma que exige el
entorno inmediatista en el que nos encontramos. Es aquí cuando, dependiendo de
cómo fuimos tratados en la primera infancia, lograremos relacionarnos con los
demás. Además, se ve la posibilidad de desarrollar un trastorno de apego,
cuando nuestros lazos afectivos no fueron atendidos y desarrollados a tiempo.
Porque en nuestra memoria quedarán plasmados aquellos recuerdos que
presenciamos en aquel momento de la vida y en un momento difícil recurriremos a
las imágenes captadas de aquel entonces. En definitiva, para los jóvenes
podríamos decir que: dime cómo te cuidaron y te diré quién eres…
De acuerdo a lo expresado con
anterioridad, la principal causa por la que gran mayoría de adolescentes se encuentran
“perdidos en su mundo”, puede ser por
haber tenido malas experiencias en su primera infancia, es decir, de los cero a
los tres años propiamente. Razón por la cual, podemos
observar en la cultura actual, muchos jóvenes inmersos en la drogadicción, la
promiscuidad, la falta de aprecio por el arte y la cultura y el sinsentido con
que enfrentan la rutina de su existencia. Todo esto como consecuencia de no
haber tenido cuidadores o figuras parentales responsables de establecer un
apego o vínculo en el cual pudiesen estar seguros hasta llegar la edad de la
madurez. Todo depende de ti. Decide ahora
y opta por una estimulación temprana, opta por compartir con tus hijos desde
temprana edad, porque después no sabrás las consecuencias que tu ausencia
acarreará en la personalidad y desarrollo emocional de este ser.
Educa a tu hijo en valores, en
cultura, en música. Enséñale a estimular sus sentidos, realizando diferentes
actividades para descubrir el mundo de los sonidos, los colores, la forma y el
movimiento.
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